¡Qué hermosa esta noche,
que estoy durmiendo con vos!
Y te encuentro a mi
lado.
Sos una sombra casi
cotidiana en mi estructura liberal, una flor en este cemento.
Tus dudas y tu perfume
nos unen. Esta cadena, con eslabones enigmáticos, tiene vida propia y te lleva
hacia mi certeza.
Y tras largas horas, la
cruz de tu silencio lee unas páginas mías.
Puedo ver tu cuerpo en
las alas de mi mariposa azul.
Inconscientemente
comienzo a acariciarte y tu piel va adquiriendo distintos colores, paseándose
por las brisas del arco iris, hasta llegar al negro, donde veo cómo te abrazas
a la noche y a mi ilusión.
Después comenzamos a
volar y te amo en una nube. Te beso y comprendo que esto es lo que me moja,
porque lo demás es pura lluvia.
Pude conocer al Dios de
la imaginación y me desnudé entre tus dedos, así observé cómo aterrizabas en mi
corazón; te dormiste en él, y tus sueños estremecieron mi alma surgiendo así,
formas indómitas de amor.
La noche se estaba
despertando, pero la cama estaba vacía. No podíamos encontrar nuestros cuerpos.
Tu deseo y el mío,
salieron a caminar. Decidieron buscar el sol para aplacar la lluvia, esta
lluvia que siente celos de tu belleza, esta galerna que busca inundar mis ojos;
pero lo único que logró fue llenar mi estanque con besos y caricias que tengo
para darte.
Fue naciendo otra vez el
día y nuestras almas se reconocieron en el arroyo de nuestras nervaduras.
Poco a poco tu piel fue
tomando forma, y lentamente, me iba llenando de luz.
Ya es de día, y te veo
dormir, y beso tu espalda y tu cuello.
Estoy tratando de evitar
que el gran cielo de sedas y ternuras que guardo para vos, no te asuste. Y si
esto llegara a pasar, armaré una red con miradas que me harán corregir el
camino. Pero por ahora no...
Sólo quiero seguir
durmiendo con vos.
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